Uno de los cambios más significativos que hice en mi dieta

el año siguiente a renunciar a más tratamientos de fertilidad fue eliminar completamente cualquier producto elaborado con harina refinada blanca (pan y pasta y evidentemente toda la comida “chatarra” o industrial), limitando lo máximo posible el gluten. El pan y la pasta no fue un gran problema para mí ya que tampoco soy una gran consumidora, así que los tomaba ocasionalmente en su forma integral. Es por esto que no eliminé del todo el gluten ya que de vez en cuando “caían” pero en su versión integral.

Pero mi gran problema eran los desayunos y las meriendas, ya que soy tremendamente golosa, me pierde el dulce y siempre me ha costado mucho frenarme. Ante este dilema empecé a buscar recetas más sanas por internet y descubrí una gran variedad de postres elaborados con otras harinas, por ejemplo de avena o de almendra, y con otros ingredientes como la linaza. Yo hacía ya varios años que en lugar de cereales industriales desayunaba avena en la leche pero nunca la había tomado de otra manera.

Con respecto al gluten, la avena siempre había sido considerada una de las semillas prohibidas para los celíacos pero cada vez más nutricionistas recomiendan su consumo, siempre que sea 100% avena sin gluten (es decir, que no haya sufrido contaminaciones en su recogida y procesado) y que la persona celíaca la tolere bien, ya que a veces puede agravar los síntomas intestinales de esta enfermedad por su alto contenido en fibra.

 

infetilymadre-sin-gluten

Empecé así a preparar mis primeras galletas, crêpes y bizcochos a base de avena.

Me quitaban el antojo por el dulce y que de paso, llenaban siempre mi casa de un delicioso aroma a repostería casera. Fueron meses divertidos a la hora de la comida, ya que probaba nuevas y diferentes combinaciones que me sorprendían gratamente. En ningún momento tenía la sensación de “estar a dieta”. Necesitaba cambiar mis hábitos y comer de manera más saludable. Para “limpiar y depurar” mi cuerpo después de la última ICSI, que como siempre, me hinchó como un globo, y no precisamente por el resultado positivo que hubiese deseado.

Decidí que para luchar contra esa negatividad que me ahogaba debía primero sentirme a gusto conmigo misma. Y volver a reconocerme al mirarme en el espejo.

Esa mujer, con esa piel apagada y ese vientre vacío e hinchado no era yo. Había llegado el momento de recuperar mi energía y mi salud. Gracias a este cambio de actitud y de alimentación fui poco a poco recuperando mi peso y sobre todo mi volumen. De paso mi pelo y mi piel brillaban igual que hacía años.

¿Qué más podía pedir, verdad?

Pues lo que ya no me atrevía a pedir. Por lo menos no en voz alta, llegó finalmente. Un año después de empezar con mi nuevo estilo de vida vi otra vez las 2 rayitas en un test de embarazo. Me mostraron que había tomado la decisión correcta.

Si a mí me llegó este gran regalo ¿por qué no podría pasarle a nadie más?.

Le he dado muchísimas vueltas al por qué pasó en ese momento. La conclusión a la que llegué fue que me ayudó una combinación de muchas cosas. Entre ellas la melatonina, tal y como comenté en mi entrada anterior. Pero otra muy importante fue dejar la harina blanca y consumir poco gluten. ¿Pero por qué creo que el dejar el gluten fue una de las principales causas? Nunca había buscado información sobre la celiaquía. Afortunadamente nadie cercano a mí la pladece. Pero pensé que algo tendría que ver. Así fue como descubrí la relación de esta proteína con la infertilidad. Os cuento muy resumidamente.

Según varios estudios una de las causas más inesperadas de infertilidad es precisamente la reacción inmunitaria al gluten.

Y no únicamente en mujeres celíacas sino también en casos de sensibilidad o alergia (sin diagnosticar en un porcentaje muy elevado).

Pero, desgraciadamente, el gluten no sólo afecta a la fertilidad por el daño que causa a la calidad ovocitaria y al momento de la fertilización. Podría ser también uno de los principales causantes de abortos involuntarios. Esto es debido a que la falta de nutrientes, ya que el intestino inflamado y dañado no los absorbe correctamente, dificulta enormemente un proceso tan costoso para nuestro cuerpo, como es el embarazo. Además, los anticuerpos que generan la respuesta inmunitaria a la presencia del gluten, se dirigirían a la placenta. Destruyendo las células encargadas de nutrir al feto, provocando su dolorosa pérdida.

Los síntomas de la enfermedad celíaca, como muchas ya conoceréis, son principalmente intestinales. Pero también pueden aparecer otros.  Como por ejemplo depresión, fatiga, problemas con las tiroides, y hasta en la piel y las uñas. Si reconoces alguno o varios de estos síntomas puedes probar durante un par de meses una dieta sin gluten. Si notas alguna mejoría podría ser una señal de tener algún grado de sensibilidad al gluten. Seguramente sin haberlo sospechado nunca. Tal y como creo que es mi caso.

Cuéntame si después de leerme te sientes reflejada en algo de lo que he comentado. Quizás ha llegado el momento de que también tú te animes a empezar estos pequeños pero importantes cambios que pusieron mi vida maravillosamente del revés.