Había conseguido 7 ovocitos maduros ¿fecundarían todos?…

 

Por fin había pasado la temible punción de mi primera FIV en el Hospital de Sant Pau.

En cuanto me recuperé de la anestesia me dieron el alta con varias recomendaciones. Una era la de hacer reposo ese día y empezar por la noche con los óvulos de progesterona. Llegué a casa ya con un dolor fuerte, como los cólicos de la regla y manché un poco al ir al baño, así que estuve descansando toda la tarde. Mimada como una reina por mi familia.

Comenzaba la parte más dura de mi FIV en el hospital de Sant Pau. La dichosa «betaespera». Estaba muerta de miedo, aterrada por si no conseguía ningún embrión. Con un nudo en el estómago que no me dejaba  casi ni comer. Aún así me tocó aguantar el tipo como pude para no preocupar a Mr. N y a mis padres. Me decían que todo iría bien pero yo no estaba tan segura.

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Estuve pegada al teléfono toda esa tarde, el día siguiente y la mañana del tercero.

En cualquier momento podían llamarme para comunicarme la noticia que todas tememos, la que anulase la transferencia por no haber conseguido ningún embrión viable.  Afortunadamente la temida llamada no llegó y nos plantamos en el hospital a la hora que nos habían indicado.

Fui al baño nada más llegar, pero reteniendo el pis un poco ya que debía ir con la vejiga llena y empecé a beber  poco a poco de una botella de agua que llevaba. ¡Ese rato se me hizo interminable!, entre el miedo a las noticias y a la sensación de que no iba a poder aguantarme sin visitar de nuevo el lavabo . Finalmente nos llamaron para entrar a hablar con la bióloga.

Nos informó que, para asegurar la mayor tasa de fecundación, habían hecho ICSI y no FIV. Nos enseñó una gráfica con los ovocitos extraídos, los maduros y los fecundados y las calidades de nuestros futuros babies según su evolución. Habíamos conseguido 5 pequeñines, 3 de ellos muy buenos (A), 1 no tan excepcional pero bueno (B) y uno más feo (C). Era muy buen resultado, nos dijo, así que si estábamos de acuerdo me pondrían los 2 mejores. Estábamos exultantes, emocionados, esperanzados y no sé cuantos adjetivos más. Por fin, después de 4 años de infertilidad nos parecía más posible que nunca conseguir nuestro ansiado positivo.

Futuro papi estuvo conmigo en quirófano, durante la transferencia,

la cual fue bastante incómoda para mí (cerraba los ojos rogando que no se me escapase el pis…todavía ignoro si lo conseguí o no…¡qué momento más terrible y que poco elegante!). Como siempre, me molestó el introducirme la cánula, pero después de 8 inseminaciones, estaba tan acostumbrada que no le di  más importancia. Parirás con dolor dice la Biblia ¿no? pues se dejó todo lo de antes, ¡qué también tiene lo suyo para nosotras!.

En un momento mis 2 tesoritos estaban dentro. La bióloga comprobó que no hubiese quedado ninguno en la cánula y ya está, ahora tocaba la parte más angustiosa y dificil, la betaespera. Salimos del hospital como si flotásemos en una nube, visualizando a nuestros embrioncitos agarrándose a mí, y yo caminando como si en mi vientre llevase el secreto de la formación del universo, con miedo hasta de respirar por si se me salían…continuará.