Creo que este es la frase que más veces se ha repetido dentro de mi cabeza ¿por qué?

Lamentablemente sigo sin saberlo. Ningún médico ha podido decirme el motivo de nuestra infertilidad, lo único que nos han asegurado es que es evidente que algo nos pasa pero que la ciencia aún no ha descubierto qué es.

Cuando empezamos con las pruebas médicas yo estaba segurísima que algún valor saldría alterado.

Mi parte lógica me decía que tenía que haber una explicación para lo que nos pasaba, que el quedarnos embarazadas era otra función más del cuerpo de toda mujer y que si no se conseguía era por algún motivo. Estaba segura que los médicos me dirían cuál era el problema y se solucionaría. Llamadme simple pero ¡nunca pensé que todo podría llegar a complicarse tanto!

Mis analíticas por suerte (¡o por desgracia!) salieron perfectas, la ecografía igual.

Nada anormal y los seminogramas de Mr. N un poco justitos de movilidad pero tampoco nada alarmante, por lo que tanto mi ginecóloga como el urólogo estaban convencidos que sólo nos haría falta hacer alguna inseminación. ¡Vaya visionarios!

Nos hicieron la derivación para la unidad de reproducción asistida que nos tocaba y a esperar la carta con la primera visita.

Cuando por fin llegó me temblaban hasta las manos, era toda nervios, ilusión e impaciencia.

Como ya sabemos, las prisas y la Seguridad Social no van muy unidas precisamente, así que tenía hora para varios meses después, exactamente 9 desde que envié el volante de mi ginecóloga. No sabía si reír o llorar. A ver…¿tenían que ser precisamente 9? En fin, sólo era una fecha, y una tontería pero no sé por qué a mí se me quedó bien grabadito. Así que un año y 9 meses después de decidir que queríamos ser padres nos presentamos en el hospital.

Lo primero que recuerdo es cómo me sorprendí al ver la sala de espera tan llena. La cantidad de parejas, chicas solas y otras con familiares que estaban allí esperando oír su nombre. Pensé que no podía ser que todas esas chicas estuviesen como yo. Lo segundo que me llamó la atención fue el silencio y sobre todo las caras de muchas de ellas. Ví mucha soledad y muchas miradas tristes. Me dolió y me enfadó que la vida nos hiciese pasar a todas por esto ¡no era justo! Todas deseábamos intensamente lo mismo. Sólo queríamos ser mamás, sentir una vida creciendo dentro de nosotras. Traer al mundo a nuestros hijos y darles todo nuestro amor ¿pedíamos tanto?.