para acompañarte y ayudarte a ser madre

Cuando ni sabía si podía existir algo así…

 

Mi encuentro con la infertilidad empezó hace ya 14 años.

Bueno, más bien fue ella la que vino a buscarme sin que yo la esperase.

Había decidido que era el momento de ser madre, lanzándome a la búsqueda con toda la ilusión y la emoción que se merecía semejante decisión, sin duda de las más importante de mi vida. A partir de aquí mi historia se parece a la de muchísimas mujeres que hayan tenido que pelear duramente por conseguir su sueño. Ya en esos momentos me preguntaba si existiría algo parecido a una Asesora de Fertilidad e Infertilidad.

Lo que yo pasé no tiene nada de especial. Sólo es diferente porque cada historia es particular y única. Así de sencillo.

Durante los años que siguieron pasé por unos cuantos (quizás demasiados) tratamientos de Reproducción Asistida.

Fueron meses y meses de nervios, de lloros, de soledad. Me sentía perdida e incomprendida. Buscaba en foros de Internet otras chicas que estuviesen pasando por lo mismo que yo, para sentirme acompañada y menos “bicho raro”. Es curioso pero todo el mundo a tu alrededor se “embaraza” con una facilidad pasmosa. En las Redes Sociales podía desahogarme sabiendo que no sería juzgada. Además leer otras experiencias me daba fuerzas para no rendirme. Era realmente maravilloso.  Mi pequeño paraíso virtual.

Pero cuando apagaba el ordenador volvía a sentirme igual de aislada del mundo.

Echaba de menos tener a alguna amiga cercana que estuviese pasando lo mismo que yo. Alguien que me entendiese, que no me tomase ni por loca, ni por rara, ni por obsesionada. Una persona a quien no tuviese que explicarle cómo me dolía, cada mes la boca del estómago los días antes de la fecha prevista para mi regla. A quien no tuviese que darle detalles de las veces que iba al baño con la certeza de que mi menstruación había llegado y a la vez con la loca esperanza de no verla. Alguien que supiese sin decirle nada que cada visita médica me provocaba insomnio y unos nervios incontrolables, fruto de las ganas de volver a intentar otro tratamiento y al pánico a que volviese a fallar.

Así de contradictorios eran mis sentimientos. Alguien que hubiese pasado por todo lo mismo que estaba pasando yo. Que supiese todo lo que estaba sintiendo porque todo mi sufrimiento era exactamente el mismo que el suyo.

No tuve esa figura durante todos esos años.

Tuve la gran suerte de contar con amigas que me apoyaron mucho pero por mucha empatía que quisieron sentir (y sé que la sintieron) nunca pudieron estar 100% “en mis zapatos”.  Muchísimas veces quise contarles más sobre mis miedos pero no me atrevía a “ser pesada”, a llegar a “molestar”. La vida no es fácil para nadie, a todos nos toca pelear nuestras batallas particulares, sean del tipo que sean.

Cuando por fin conseguí mi positivo, a pesar de todas las veces que creí que sería imposible, no llegué a desconectar del todo de mi infertilidad, ni a olvidar nada de todo lo que había pasado. Siempre que podía seguía entrando en los diferentes foros, esta vez como “veterana”. Muchas veces solo leía y leía, pero en cuanto podía escribía en alguna conversación, dando ánimos o explicando mi caso por si podía servir de ayuda, o eso deseaba.

Muchas veces pensé que me gustaría ayudar mucho más.

Tenía la sensación de que por mucho que ocupase mi tiempo libre en seguir cada caso o en responder a todos los mensajes que me llegaban, no era suficiente. Que algún día quería “dedicarme” totalmente a asesorar y acompañar a quien me lo permitiese. Como esa “amiga” que no tuve y que tanto necesité. Como esa “compañera de lucha” a la que tantas veces desée llamar. A esa “veterana” que había pasado por esto y a la que hubiese preguntado tantas y tantas cosas ¡tantas dudas que parecen tontas y que no lo son, y cuántas tan importantes y que desconocemos!

Hoy en día mis 2 hijos me demuestran que no me equivoqué en ninguna de las decisiones que tomé. Que cada lágrima y cada caída valieron la pena, porque volví a levantarme y a ilusionarme. Saqué fuerzas de donde creí que ya no quedaban para llegar a un destino ansiado pero desconocido. Me perdí varias veces pero no desistí. Mi corazón me decía que lo mejor estaba por llegar. Y mi intuición no me falló.

Ahora desearía acompañarte a recorrer el mismo camino que durante tantos años transité.

Ayudándote a enfrentarte a lo desconocido. Con la experiencia y el apoyo de quien estuvo antes donde te encuentras ahora. Juntas lucharemos para que no te sientas ni sola ni perdida, ni aislada ni incomprendida. Atrévete a soñar, porque los sueños más maravillosos pueden cumplirse si luchamos duro por ellos.

¡A por todas luchadora!