Todas nos hemos preguntado si podíamos hacer “algo” por mejorar nuestros óvulos de manera natural.

 

Siempre he pensado que si la medicación es capaz de estimular nuestros ovarios para que produzcan más óvulos de los que haríamos en un ciclo natural ¿por qué no iba a poder conseguir algo parecido, aunque a un nivel más modesto, sin recurrir a la ciencia?

 

Por esto durante un tiempo probé diferentes complementos que pueden ser de gran ayuda, aunque no todos los que conocemos sirven para todas, ya que a pesar de ser productos naturales no carecen de riesgos o de efectos secundarios.

Además, otro aspecto a tener muy en cuenta es la dosis recomendada, la que realmente necesitamos cada una de nosotras; que no siempre coincide con la que nos indica el envase del producto que compremos (esto lo aprendí bien a base de muchísima experiencia).

El primer suplemento con el que me atreví fue con las perlas de Aceite de Onagra. En su momento mi ginecóloga me las había recomendado para suavizar los dolores de mi Síndrome Premenstrual. No dudé en comprarlas.

Las tomaba por épocas, para no “acostumbrar” a mi cuerpo y que acabasen por no hacerme efecto, por lo que cuando empecé a investigar cómo podría ayudar a mejorar la calidad de mis óvulos la retomé.

Con la Onagra fui probando diferentes dosis y en diferentes momentos del ciclo. Así aprendí, según las señales de mi cuerpo, cuando era más conveniente tomarla. O cuando bajar la dosis o incluso dejarla.

Durante varios años adquirí diferentes complementos, con la esperanza de conseguir mi ansiado positivo. Fuese de manera natural como por tratamiento. Cuando llevas ya unos cuantos a las espaldas estás dispuesta a casi todo. Y esto también tiene su riesgo, aunque no queramos admitirlo.

Finalmente, mi intento número 11 fue el “bueno”, con el que por fin llegó mi deseadísimo embarazo.

No dudo que todas las pruebas que hice en los meses de descanso entre tratamientos tuvieron su parte de responsabilidad en esta última FIV ICSI. De alguna manera había preparado mi cuerpo para que estuviese en mejores condiciones y respondiese de la mejor manera a la medicación.

Mi respuesta fue excelente. Obtuve muchos más ovocitos, más embriones, y lo más importante, el esperadísimo positivo.

 

Durante los meses y años que siguieron al nacimiento de mi niño, buscando el esperadísimo hermanito y después sobre todo de varios tratamientos negativos, opté por reanudar mis hábitos “naturales”.

Mi tercera y última ICSI fue mejor de lo esperado.

Pero desgraciadamente ninguno de los embriones que llegaron a la biopsia pasaron la DGP. Todos tenían anomalías cromosómicas. Me dijeron se debían seguramente tanto a mi “elevada” edad como a mi endometriosis.

Como ya os expliqué en entradas anteriores (podéis consultar una de ella aquí) después de este doloroso fracaso decidí introducir nuevos hábitos en mi vida diaria, con la esperanza de mejorar los dolorosos síntomas de mi enfermedad, ignorando en ese momento que estaba también ayudando a optimizar mi fertilidad.

 

Durante esos meses fui poco a poco cambiando mi alimentación. Introduciendo nuevos complementos. Y abandonando otros que comprobé no eran la mejor opción para mí.

También elegí modificar costumbres de mi vida diaria. Esperaba así que me ayudasen al resto de variaciones que estaba haciendo.

Cuando milagrosamente e inesperadamente llegó mi positivo natural (después de 12 años de infertilidad y ya con 41), pasé muchas horas investigando sobre mis nuevos hábitos. Intentaba “adivinar” donde estaba el secreto de lo que me había pasado.

La conclusión a la que llegué fue que todo me ayudó a conseguirlo, ya que cada cambio, por pequeño que fuese significó, y no lo dudo lo más mínimo, tanto una mejora en mis óvulos como en la receptividad de mi endometrio.

 

Y esto pude comprobarlo no solo con el milagroso nacimiento de mi segundo hijo. Algo que a ningún médico que conocía mi historia dejaba de sorprender. Sino también con la última revisión ginecóloga a la que me sometí hace solo unos meses.

Os hago un pequeño resumen de mis valores de los últimos años:

  • Con 34 años (antes de la ICSI de mi hijo el mayor): FSH de 6’7 y 12-14 folículos antrales. Finalmente me aspiraron unos 25 ovocitos por lo que tuve una muy buena respuesta.
  • Con 40 años (antes de la última ICSI con DGP): FSH de 10, AMH de 1 y 6 folículos antrales. Me diagnosticaron ya baja reserva ovárica. Aun así aspiraron 12 ovocitos y conseguimos 8 embriones.
  • Con 43 años (un año después del nacimiento de mi bebé): sin valores hormonales pero unos 10 folículos antrales y sin las adherencias uterinas previas al embarazo.
Como podéis comprobar, en el tiempo que transcurrió desde que introduje todas las modificaciones, además de quedarme embarazada de manera natural, conseguí tanto aumentar el recuento de folículos antrales como su calidad.

Si no hubiese sido así, estoy segura que no hubiese conseguido mi positivo.

Tampoco puedo pasar por alto que los dolores de la endometriosis se fueron suavizando gradualmente.

Hasta tal punto que ya casi no los sentía cuando me quedé embarazada.

Ahora sigo sin notar absolutamente nada cada vez que me baja la regla.

Algo realmente sorprendente después de tantísimos años tomando fuertes calmantes cada vez que empezaba un nuevo ciclo.

Mi “milagrito” es la prueba de que podemos hacer por nuestra fertilidad mucho más de lo que creemos. Que cuidarnos, no solo mejora nuestra salud general (imprescindible para aumentar nuestras posibilidades de ser madres), sino también nuestra fertilidad, ayudándonos tanto en la búsqueda natural como antes de un tratamiento de Reproducción Asistida.

 

¿No crees que merece la pena intentarlo?

Si deseas conocer las pautas que introduje en mi vida diaria te invito a seguirme en Instagram donde os muestro pequeños consejos que me funcionaron y que estoy segura pueden ayudaros.

Si además deseas contactarme para recibir mi Plan Fértil (adaptado por supuesto a la información que me aportes) no dudes en pichar aquí.