Llevaba ya 10 tratamientos negativos en total…

 

Según mi hospital me quedaba una segunda y última FIV ICSI que podría hacer en unos 3-4 meses. No me daban ninguna explicación sobre el fracaso de tantos tratamientos. Lo único que sabían decir era que había sido «mala suerte». La explicación no nos convencía demasiado, la verdad. La posibilidad de un cambio de clínica de Fertilidad y Reproducción Asistida, buscando una segunda opinión, empezó ya a dar vueltas por mi cabeza.

Creía firmemente que algo pasaba, pero que no habían conseguido averiguar qué era.

Mi endometriosis estaba estable y yo respondía muy bien, quizás demasiado, y los resultados de Mr. N. eran realmente buenos después del diagnóstico inicial de oligoastenozoospermia (pocos y vagos espermatozoides).

Decidimos que ese tiempo de espera nos iría genial para descansar, sobre todo mentalmente, y para acabar de decidir si seguíamos o no con los intentos. Yo estaba agotada de tanto sufrir y no me veía con fuerzas para continuar. Por lo menos a corto plazo. Tenía ya casi 33 años por lo que me acercaba a los temidos 35 Edad en la que según todos los especialistas la fertilidad femenina decae de manera notable. Me sentía “mayor” y “fracasada”.

Los primeros meses transcurrieron rápidamente, tanto que cuando quise darme cuenta ya habían pasado sin recibir noticias del hospital. Llamé para preguntar y la respuesta era la de siempre: que estaba en la lista de espera y que me avisarían en breve. Nos dimos de plazo el verano para disfrutarlo con calma, y cuando llegó el otoño, sin saber nada de la Seguridad Social y con fuerzas renovadas para volverlo a intentar, decidimos buscar una segunda opinión.

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Pedí copia de mi historial en St. Pau y con toda la documentación (que la verdad que fue muy escasa…y esto ya daría para otra entrada) pedimos hora en un centro privado con muchísimo renombre de aquí de Barcelona.

Nos plantamos allí nerviosos e ilusionados a partes iguales.

Con la esperanza de recibir un trato más personalizado y sobre todo de obtener las respuestas a todas nuestras preguntas.

Primero nos pasaron con la enfermera que fue anotando todo nuestro historial. Después entramos en la consulta de la doctora. Recuerdo que salí de esa primera visita como subida a una nube, esperanzada otra vez y con fuerzas para seguir luchando. Ahora con la distancia sé que el simple hecho de que un profesional en Reproducción Asistida me escuchase con calma, sin mirar el reloj, haciéndome preguntas y permitiendo que yo las hiciese fue suficiente para “ganarme”.

Salimos del despacho con otra cara, estoy segura, y como no, con el papelito para pasar por caja. A partir de aquí empezaron nuevas pruebas que nunca nos habían pedido en el hospital. Como el cariotipo de ambos También repetimos algunas de las que ya teníamos para que estuviesen actualizadas.  Con todos los resultados en la mano volvimos a la clínica con la misma doctora (otra diferencia con el hospital donde cada vez te toca un doctor diferente).

Después de revisar bien todas las pruebas, su recomendación fue intentarlo de nuevo, ¡cómo no!. Esta vez con protocolo largo para evitar que me “disparase” otra vez y ovulase antes de la punción. Mi reserva ovárica era muy buena y el seminograma de futuro papi era suficiente para una FIV. Igualmente, para asegurarnos, volveríamos a hacer una ICSI. En un momento y casi sin darnos cuenta, teníamos todas las instrucciones para empezar a pincharme con la siguiente regla, que debía venirme en unos días. La cabeza empezó a darme vueltas y a palpitarme rápidamente el corazón ¿me atrevería a intentarlo otra vez? ¿sería esta oportunidad la definitiva?…